Actualmente, se pueden diferenciar tres tipos de baterías: de arranque, estacionarias y de tracción.
Se les demandan picos de intensidad altos durante cortos espacios de tiempo. Una vez que el motor arranca, el alternador empieza a cargarlas. Su estado normal, el 90% de su vida es de reposo a plena carga y su diseño está orientado a aumentar el número de placas, disminuyendo su espesor, para aumentar la superficie de placa en contacto con el electrolito, que es la característica de la batería que facilita picos altos de intensidad.
Estas baterías funcionan con descargas de profundidad media y recarga lenta. Normalmente, dan servicio a alarmas o equipos de emergencia que entran en funcionamiento apenas una vez al mes. Por tanto, están constantemente en flotación y a plena carga. Un batería estacionaria está suministrando corriente en servicio apenas un 3% de su vida útil. Su diseño usa componentes de grosor medio previendo descargas y cargas a ritmo lento.
Las baterías de tracción funcionan en turnos de 4-8 horas, con descargas completas en cada ciclo. Se diseñan con placas gruesas para resistir la pérdida de masa activa por las descargas profundas repetidas, lo que reduce su vida útil. Además de las descargas profundas, estas baterías enfrentan picos de consumo similares a los de las baterías de arranque, lo que las hace aún más exigentes y perjudiciales para su duración.
Queda claro que la idea de que las baterias de tracción trabajan con intensidades medias hay que aparcarla. La batería de tracción tiene todos los inconvenientes de una batería de arranque y recibe un trato mucho más perjudicial: